En verano uno de los motivos de consulta más frecuente son los cuadros irritativos y de ojos rojos tras el uso de piscinas. El cloro de las piscinas es una de las causas de esta sintomatología, pero no la única.

La presencia en el agua de las piscinas de las llamadas cloraminas que son unos compuestos químicos que se generan por la presencia de orina y sudor en el agua, son otra de las posibles causas.

Según nos explica Hug March investigador de la Universitat Oberta de Catalunya, “Las cloraminas se forman cuando el cloro libre reacciona con compuestos ricos en nitrógenos, y ocurre que la orina y el sudor son ricos en este elemento. De modo que, cuando el cloro libre entra en contacto con ellos, su producción se acelera”.

De hecho, el olor tan característico del cloro de las piscinas no es tan fuerte como cuando se mezcla con el sudor y la orina, de tal manera que un olor intenso a cloro es una buena señal para detectar una elevada presencia de cloramina.

Consejos para bañarse en piscinas.

Para evitar las molestias oculares al bañarse en piscinas sobre todo si estas son cubiertas, podemos seguir estos simples consejos:

  • Limitar el tiempo que pasamos dentro de las piscinas
  • Utilizar gafas de natación sobre todo si abrimos los ojos y si nos sumergimos.
  • Ducharse antes y después de entrar en una piscina
  • No tragar agua
  • No compartir toallas
  • Antes de quitarse las lentes de contacto, lavarse bien las manos
  • Si tenemos la piel y los ojos sensibles, optar por piscinas al aire libre.

Si la piscina tiene ese olor característico, mejor bañarse en el mar. Si a pesar de seguir todos los consejos, tenemos los ojos rojos, suele ser suficiente el aplicar suero fisiológico o lágrimas artificiales y colocar unas compresas frías sobre los párpados para disminuir la hinchazón. Suele tratarse de irritaciones oculares leves y que desaparecen en unas horas. Por supuesto, si persisten los síntomas se debe acudir cuanto antes al oftalmólogo.

Otra patología que podemos adquirir en las playas y sobre todo en las piscinas son las conjuntivitis víricas. Los virus son -como hemos podido comprobar durante la pandemia de la Covid 19-  altamente contagiosos y en los ojos producen conjuntivitis muy agudas que suelen durar entre dos y tres semanas. La secreción que se produce es muy abundante y aparatosa y por supuesto va cargada de virus que son la causa de los múltiples contagios sobre todo a nivel familiar.

También es frecuente durante los periodos estivales la aparición de sequedad e irritabilidad ocular a causa del viento y la exposición al sol e incluso la entrada de cuerpos extraños, por lo que el uso de gafa de sol es más que recomendable en verano.

Gafas de sol existen de muy diversos tipos, las de colores verde, marrón o gris pueden utilizarse a diario y si la intensidad del sol o el reflejo del mismo es muy intenso, podemos recurrir a las de espejo ya que son las que más reflejan los rayos solares evitando que lleguen a nuestros ojos.

Muchas personas sobre todo las más jóvenes, recurren durante los meses de verano al uso de lentes de contacto para evitar las incomodidades que las gafas suponen para los deportes sobre todo los acuáticos, sin embargo, está totalmente desaconsejado el uso de lentes de contacto para bañarse para evitar infecciones como de queratitis por Acanthamoeba que puede ser muy peligrosa.